Las ciencias se presentan en sociedad
En el archiconocido blog de José Manuel López Nicolás, Scientia, me topé en cierta ocasión con una entrada que solicitaba a la periodista y escritora Galiana lo siguiente:
“Señorita Galiana, ya que pierde su tiempo escribiendo sobre temáticas tan absurdas como las relaciones entre humanos, le propongo que se deje de emborronar folios y escriba sobre algo con más fundamento. Le sugiero (cuando un profesor te hace una sugerencia es casi como decir hazlo como yo te digo o atente a las consecuencias) que escriba sobre ciencia, pero CIENCIA, escrito con mayúsculas, porque así es como yo la entiendo”.
Galiana aceptó el reto, por supuesto, con un magnífico texto que podéis leer en esta entrada de Scientia. En forma de biografía de la Ciencia (en mayúsculas), me gustó mucho e inmediatamente lo tomé como modelo para un ejercicio dentro del Escritura Científica Creativa que imparto. En este caso, propuse basarnos en el texto de Galiana para escribir una biografía similar pero de una disciplina científica en particular. He aquí tres ejercicios que describen sendas ciencias:
“Señorita Galiana, ya que pierde su tiempo escribiendo sobre temáticas tan absurdas como las relaciones entre humanos, le propongo que se deje de emborronar folios y escriba sobre algo con más fundamento. Le sugiero (cuando un profesor te hace una sugerencia es casi como decir hazlo como yo te digo o atente a las consecuencias) que escriba sobre ciencia, pero CIENCIA, escrito con mayúsculas, porque así es como yo la entiendo”.
Galiana aceptó el reto, por supuesto, con un magnífico texto que podéis leer en esta entrada de Scientia. En forma de biografía de la Ciencia (en mayúsculas), me gustó mucho e inmediatamente lo tomé como modelo para un ejercicio dentro del Escritura Científica Creativa que imparto. En este caso, propuse basarnos en el texto de Galiana para escribir una biografía similar pero de una disciplina científica en particular. He aquí tres ejercicios que describen sendas ciencias:
FILOSOFÍA NATURAL
Todo empezó de manera bastante prometedora. Tales comenzó a
conocerme al dejar de lado lo mitológico y barajar la explicación racional del
mundo. Aristarco me utilizó para que las apariencias no le engañaran, y
concluyó que el Sol era el centro de la órbita terrestre. Leucipo y Demócrito profundizaron
en mis premisas para imaginar las minúsculas partículas indivisibles que lo
forman todo.
Mi nacimiento fue temprano y mis primeros años, vigorosos,
pero me estanqué. Un estargirita llamado Aristóteles se hizo célebre por
dejarme dormida durante siglos, empeñado en deducir mucho y medir poco. Devolvió
la Tierra a la inmovilidad, encerrada en un universo finito y perfecto. Una
prisión celeste para el pensamiento que condenó al olvido lo conquistado
durante mi infancia.
Con la extensión del cristianismo por el Imperio romano, me
exilié a tierras árabes, donde curaron mi maltrecha esencia. Su práctica del
escepticismo y la observación ayudó a que recuperara mi antiguo esplendor.
De vuelta en Europa, me hice amiga de artistas y poetas, y mis
seguidores aumentaron rápidamente. La gravitación y las leyes del movimiento
fueron los primeros logros en mi honor después de tanto tiempo. Fueron tan
revolucionarios que se me subieron a la cabeza, y pronto me diagnosticaron de positivismo.
Mis acólitos continuaron la labor con confianza creciente en
mi método, hasta que a finales del siglo XIX estuve a punto de morir de éxito:
todos mis principios habían sido desvelados, y apenas restaban unos pocos cabos
sueltos. Mi destino desaparecer como ciencia.
Sin embargo, fue un espejismo que me transportó a una
realidad opuesta a lo que siempre había defendido. La relatividad y
la incertidumbre se instalaron amenazantes sobre el determinismo y la certeza a
los que nunca he fallado. El negro inicio del siglo XX parecía no dar tregua
cuando tuve que mostrar, en contra de mi conciencia, extravagancias como la
dilatación del tiempo, partículas y ondas que cambiaban de identidad, energía
“empaquetada” como si de átomos se tratara…
Pero tras tanta evidencia atentando contra la lógica y la
certidumbre, se escondía una visión que ni yo misma, en mi versión clásica,
podía siquiera imaginar. Adopté con ilusión mi nueva personalidad, aceptando que lo incierto forma también parte de mí. Este acto de humildad me ha
traído considerables recompensas, como convertir el universo del estargirita,
eterno y finito, en un cosmos con fecha de nacimiento e innumerables maravillas.
Actualmente, mi trabajo más ambicioso me mantiene, literalmente, enterrada
viva. En el silencio del subsuelo, mientras se suceden violentos y callados
encuentros, mi fascinante historia se sigue escribiendo.
BIOLOGÍA
Mi historia marca la destrucción de un sueño. El origen
divino de la vida me condicionó durante mucho tiempo, y la llegada de
respuestas decepcionó a unos y maravilló a otros. Aunque existo desde antiguo,
fui anónima hasta hace dos siglos, cuando dos naturalistas me pusieron el mismo
nombre sin haberse puesto de acuerdo. Ya estaba en el ambiente que pronto
conseguiría grandes avances.
Las criaturas más diminutas me ayudaron a mostrar que todos
los seres poseen los mismos “ladrillos” y la misma manera de funcionar. Un
viaje alrededor del mundo me llevó a sospechar que las especies cambian y que
provienen unas de otras. Un huerto de guisantes me desveló el lenguaje con que
se comunican las generaciones, y una fotografía robada, el esqueleto de ese
vínculo.
Lamento que mi existencia despoje a la vida de esa condición
especial. Todo lo que sois puede explicarse por una mezcla de azar,
oportunidad, cooperación y supervivencia. Sí, sólo una mezcla. Pero una mezcla
muy particular.
QUÍMICA
Nunca antes la codicia por el oro desembocó en un fin más
noble. Nunca antes secretos mágicos habían transformado el ocultismo en
conocimiento racional. Pasé mi juventud a ciegas, disolviendo, mezclando y
calcinando cuanto encontraba en mi camino.
Matraces y retortas humeantes producían tintes, venenos y perfumes
sin orden ni concierto, pero poco a poco fui madurando y logré que los
espejismos fueran desapareciendo. Del flogisto al oxígeno, del pudin de pasas
al átomo, de vitriolos y licores a moléculas y compuestos.
Aunque el verdadero golpe de timón vino de un barbudo
profesor, aficionado a los solitarios, que tuve el placer de conocer. Retó a la
materia a jugar a los naipes, hasta que ganó la partida de su vida. Las cartas se
ordenaron en su mano, pero no quedó satisfecho, pues su oponente se había escondido
algunas en la manga. Desde entonces sigo jugando partidas, hasta el día en que
toda la baraja se muestre sobre la mesa.
Gracias, Galiana, por haber inspirado este ejercicio.
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