¿Qué es, si es que es algo, la escritura científica creativa?

Porque, como las paga el vulgo, es justo
hablarle en necio para darle gusto.

Lope de Vega. Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo (1609)


Como indica el paleontólogo y divulgador Stephen Jay Gould en su Dientes de gallina y dedos de caballo (1995), los títulos pegadizos son apreciados y recordados. Gould aplicó esta máxima a sus obras en numerosas ocasiones, como en uno de los capítulos de la citada obra en el que se interrogaba sobre la existencia de un antepasado común en esos curiosos équidos a rayas blancas y negras: ¿qué es, si es que es algo, una cebra?
Con un propósito análogo, trataré en este post de explicar en qué consiste esto que he dado en llamar escritura científica creativa, y detallar qué tipo de textos responderían a esta denominación común. Se basa fundamentalmente en diversificar los enfoques con los que la ciencia se traslada al público, más allá de la intención didáctica e informativa de la divulgación científica escrita. La ciencia, además de un corpus de conocimientos y una fuente de descubrimiento, debe verse como un tema de escritura en el cual su pensamiento, sus desafíos y su naturaleza sean aspectos centrales en los relatos.
En una primera aproximación, la amplitud de la escritura científica creativa se puede comparar, de modo metafórico, con el espectro electromagnético.


Figura 1. Espectro electromagnético


Figura 2. Espectro científico-narrativo


De manera que si confrontamos la parte izquierda de ambos espectros (figuras 1 y 2), nos encontramos en “zona peligrosa”. Los rayos X y gamma tienen algo en común con los artículos científicos: sólo pueden manipularlos los expertos. Para el ciudadano de a pie estos rayos son invisibles y, sin embargo, capaces de penetrar las más gruesas corazas. La ciencia comunicada entre especialistas mediante artículos científicos es igual de imperceptible para la sociedad y, no obstante, es donde se cocina y se refrenda la ciencia que influye en todos los aspectos de nuestra vida.

En la parte central, coincidiendo con la zona de radiación visible, se sitúa la divulgación científica, la actividad cuya razón de ser es precisamente esa, hacer “visible” la ciencia al público. Como hiciera Newton para obtener los colores del arcoíris, el prisma de la divulgación adapta el mensaje científico mediante una recreación y lo proyecta, de manera accesible, a la sociedad.

En la parte derecha de los dos espectros se encuentra la zona “cálida”, y no sólo por la presencia del infrarrojo. Aquí se localizan las ondas que posibilitan todas las telecomunicaciones, como las microondas y las radiaciones de onda larga que emplean la telefonía móvil, la televisión o la radio. Nos sirve para ilustrar una necesidad: que la comunicación de la ciencia no sea una mera transmisión de información asequible, sino que apele también a las sensaciones y a las emociones al considerar las diversas combinaciones que pueden trasladar la ciencia al público de un modo más cercano y atractivo.

Las distintas mezclas entre ciencia y narrativa dependen de varios factores. Por un lado, el empleo de recursos narrativos (la presentación y dosificación de la información, la originalidad del enfoque, el narrador, el uso de metáforas y analogías, el estilo); por otro lado, el manejo de la ficción como eje vertebrador de una historia porque, aunque todavía sorprenda a muchos, la combinación de ciencia y ficción no ha de conducir necesariamente a la ciencia ficción, como ya comenté en este post.

Si ahora centramos la atención en el segundo esquema comprobamos que la escritura científica creativa abarca la mayor parte del espectro; todo depende del tipo de texto que queramos conseguir. Como si de una antigua balanza se tratara, al cargar el platillo del lado de la ciencia en detrimento del de la narrativa se obtendrá mayor precisión y objetividad en el resultado, aunque irá destinado a un número de lectores más reducido y ya iniciado en el tema. En caso contrario, si desplazamos la carga hacia la narrativa, el texto resultará más llamativo literariamente hablando y atraerá a un público más amplio, pero será a costa de un mayor esfuerzo en recrear y recontextualizar la información científica. El autor debe decidir en qué punto del espectro situará su texto al preguntarse con qué detalle quiere plasmar la información, a qué público potencial desea dirigirlo y qué efecto desea conseguir.

Todo científico comunica y espera que sus publicaciones sean leídas y citadas, y depositará estas expectativas tanto en sus artículos especializados como en sus trabajos de divulgación científica. Sin embargo, las cualidades narrativas de estos textos no suelen ser una prioridad para el científico, que no se planteará tal exigencia. “Los datos hablan por sí solos”, pensará cuando el artículo llegue a manos de sus colegas; “es importante que la gente sepa esto”, afirmará como si esta premisa fuera suficiente para captar la atención del público lego.

Ni siquiera un investigador a la hora de consultar un artículo especializado, normalmente con un estilo impersonal y conciso, va a permanecer indiferente ante un texto con cualidades narrativas. De hecho, este estudio señala que aquellos trabajos cuyos resúmenes o abstracts poseen un estilo más narrativo, son citados un mayor número de veces. No se trata de una cuestión fútil ya que el abstract es la carta de presentación de un trabajo de investigación, por lo que debe atraer la atención y permitir valorar su utilidad de manera rápida y sencilla.

Por ello, repito, la escritura científica creativa abarca (o pretende abarcar) gran parte de ese espectro, desde la narrativa de los abstracts hasta la de los relatos inspirados en la ciencia. Sirvámonos ahora de otro esquema para detallar la tipología de los textos que incluye la escritura científica creativa.

Figura 3. Espectro de la escritura científica creativa

En el extremo izquierdo de este nuevo espectro (figura 3) se sitúan los abstracts con estilo narrativo a los que me he referido anteriormente, de los cuales hay ejemplos en este post con distintos tipos de estructura, unos más narrativos que otros.

A medida que nos desplazamos hacia la derecha del espectro, va aumentando la carga de recreación del texto. En la categoría de ensayo de divulgación científica se engloban además los artículos periodísticos y los posts en blogs de ciencia, es decir, todos aquellos textos que tratan de hacer accesible el mensaje científico. Suelen tener intención informativa o didáctica, y es frecuente que empleen metáforas y analogías para facilitar la comprensión de conceptos.
A continuación se sitúa el género lab-lit, que aúna obras de ficción que plasman un retrato realista de científicos y de las particularidades de su profesión. El término “lab-lit” fue acuñado por Jennifer Rohn, una bióloga con una adicción incurable a este tipo de literatura, como ella misma dice en la página que dedica a este género, lablit.com Se centra, por lo tanto, en el mundo de la ciencia real, no en el especulativo de la ciencia ficción. Son historias literarias que exploran la ciencia como una profesión y a sus profesionales como protagonistas principales.

A la derecha del lab-lit, el relato científico tiene similitudes con el anterior ya que, aunque forma parte de los textos que introducen la ciencia en la ficción (o science-in-fiction como la llamaba Carl Djerassi), el ámbito del relato científico es más amplio que el lab-lit, pues emplea la ficción de un modo más libre aunque su tema central siga siendo la ciencia real. Un relato científico (o microrrelato, según su extensión) puede desarrollarse en torno a un concepto, una idea, un fenómeno o una historia conocida pero contada con otro enfoque. Son ejemplos de microrrelatos Catenas, Determinismo indigesto o El afinador de arena.

La ciencia también puede expresarse mediante un texto poético. Así, en el extremo derecho del espectro, y con la mayor carga de recreación, el sciku consiste en un haiku —poema tradicional japonés de tres versos— inspirado en un tema científico. Es una pieza muy en consonancia con la urgencia e inmediatez de nuestros tiempos, pues resulta idónea para propagarse a través de las redes sociales. El haiku es un tipo de poesía japonesa inspirado en la contemplación de la naturaleza, y suele componerse de tres versos con cinco, siete y cinco sílabas, respectivamente, sin ningún tipo de rima. En español, debido a la longitud de la mayoría de las palabras, además de la métrica 5/7/5, también puede emplearse la métrica 8/11/8. En Dos scikus sobre los orígenes tienes dos ejemplos de estos poemas hiperbreves, y en Los Feynman, un ejemplo de relato híbrido entre microrrelato y sciku.

Ahora sólo me queda preguntarte, ¿qué zona de este espectro te gustaría probar? ¿Te animarías a intentarlo con tus textos?

Comentarios