Desde el mirador de Rick
Great Smoky Mountains, Tennessee, EE UU. |
Con la llegada del verano a las Great Smoky Mountains, lugareños
y foráneos se dan cita para un espectáculo anual. Los ciervos se aventuran en
el bosque con sus flamantes cornamentas completamente desarrolladas. Como
caballeros que preparan sus armas para el torneo, frotan enérgicamente sus
cabezas contra los troncos de los árboles para desprender la capa aterciopelada
que aún recubre sus cuernos.
He decidido acompañar al pequeño Rick, de 9 años, a un
estratégico mirador que sólo él conoce. Desde muy temprano, como el vigía que
escruta el horizonte en busca de tierra firme, sube a su privilegiada atalaya
para observar las cumbres que se alzan junto al bosque. Con el único sonido del
viento, Rick toma posición y observa imperturbable como el depredador que no quita
ojo a la presa.
Transcurrido en torno a una media hora, se incorpora de un
salto y exclama
— ¡Es el momento! ¡Hay que ir al bosque ahora!
Tratando de seguir el ritmo de descenso de Rick, voy tras él
como buenamente puedo por aquel camino escarpado. El pequeño gira su cabeza a
cada tramo para asegurarse de que su torpe acompañante no se haya descalabrado
entre las piedras. Por fin, alcanzamos el terreno llano y la refrescante sombra
de la arboleda. Rick ha cambiado la marcha de cabra montesa por la de felino
sigiloso, mientras se gira hacia mí poniendo su dedo índice sobre los labios.
— ¡Shhh, en silencio! —susurra.
No hizo falta internarnos demasiado para divisar un par de
ejemplares jóvenes en plena lucha con los troncos. Con la luz filtrada por las ramas,
el aire reflejaba una danza caótica de pelusa que se desprendía de los cuernos.
Era magnífico. Rick, agazapado tras un roble escarlata, me mira con una amplia
sonrisa.
— ¿Cómo supiste desde el mirador que era el momento para ver
a los ciervos?
Rick se puso serio y, mirándome de reojo, me dijo
en tono solemne
— Es que… es un secreto.
— Ah, comprendo —le respondí—. Te propongo una cosa. Yo te
cuento mi secreto y tú me cuentas el tuyo.
Rick bajó la cabeza y lo meditó unos segundos—. ¡Vale! —dijo
finalmente.
De regreso, fui tomando algunas flores de los matorrales.
— ¿Para qué quieres esas flores? —me interrogó. Con mirada
cómplice y haciéndome el interesante, le contesté— Es parte de mi secreto.
Me dirigí hacia una zona del bosque con bastante sombra y me
senté en el suelo. Rick me imitó. Extraje los estambres de las flores y los
estrujé para que los granos de polen cayeran dentro de mi botella de agua.
Saqué la linterna de mi mochila y dirigí el foco hacia la pared del recipiente.
Miles de tenues destellos, provenientes de los granos de polen, se movían en
todas direcciones en el seno del líquido.
— ¡Uau! —exclamó Rick—. ¡Están nadando! ¿Y no se paran nunca?
¿No se cansan?
— Nunca se paran. Podrían estar moviéndose todo el tiempo que los
estuvieras mirando —le confirmé.
Ambos habíamos quedado hipnotizados por la
perpetua agitación del movimiento browniano:
Rick con el zigzagueo de los granos de polen en el agua; yo, con la borra de
los ciervos flotando en el aire.
Sin dejar de mirar la botella, Rick me dijo de repente
— Lo sé porque se vuelven azules
— ¿Cómo dices? —le interpelé, sin entender a qué se refería.
— Desde el mirador, cuando entre las montañas el aire se pone
de color azul, sé que es el momento de ver a los ciervos.
La intrigante respuesta de Rick me acompaño hasta mi regreso
a casa, y no fue hasta varios días después de intensa búsqueda que encontré
sentido a esa enigmática relación. Descubrí que los árboles, y los seres
fotosintéticos en general, emiten compuestos
orgánicos volátiles (COV) por diversos motivos, algunos aún poco
conocidos. Entre ellos, el isopreno es el más abundante y el responsable del
tono azulado que adopta el aire en las Great Smoky Mountains. Lo sorprendente
es que los COV funcionan como sistema de comunicación entre los árboles,
alertando a sus congéneres de posibles peligros. Los ciervos frotando sus
cuernos contra ellos activan la alarma en forma de neblina azul, como un grito
visual que se extiende por el bosque: “¡cuidado, han llegado los herbívoros!”
______________________________________________________
Para saber más
COV: ¿Rebelión contra el cambio climático? An. Quím. 2011, 107(3), 250-252.
Comentarios
Publicar un comentario