Las lámparas que susurraban a Hertha
ARCO ELÉCTRICO
Electrón en el abismo.
Un impulso en el trampolín voltaico
hasta alcanzar la otra orilla.
En 1862, Charles Marville fue nombrado fotógrafo oficial de París. Sus instantáneas recorrían los escenarios urbanos de la capital francesa, pero se interesó especialmente por un elemento singular: las farolas. Hacia 1870 había en París 20.766 farolas y para muchos artistas constituían una pieza arquitectónica más que incluir en sus composiciones.
Charles Marville. Hôtel de la Marine, 1870.
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La “nocturización”, la expansión de la actividad social nocturna gracias a la iluminación, conoció su apogeo hacia finales de esa década cuando la luz eléctrica comenzó a sustituir a las lámparas de gas. Manet, Degas y sobre todo Toulouse-Lautrec fueron algunos de los artistas que se inspirarían en la nueva iluminación para sus pinturas de interiores.
Édouard Manet, Un bar aux Folies Bergère, 1881-82.
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Edgar Degas, Au Café-concert: La Chanson du chien, 1875-77.
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Henri de Toulouse-Lautrec, Au Moulin Rouge, 1892-1895.
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Desde que la iluminación eléctrica comenzó a aparecer en las calles alrededor de 1875, la nueva tecnología resultó prometedora. En comparación con las lámparas de gas, el arco voltaico que se hacía saltar entre dos barras de carbono era capaz de producir una potente luz blanca a costa de ir desgastando sus extremos. Se diseñaron ingeniosos dispositivos para mantener constante la separación entre las barras a medida que se desgastaban, pero había otro inconveniente que no se había podido solventar. En ocasiones, las farolas de arco eléctrico generaban una luz inestable y cambiante mientras producían silbidos, chasquidos y chisporroteos. Hertha Marks Ayrton estaba decidida a buscar una solución estudiando en profundidad la naturaleza del arco eléctrico.
Lámpara de arco eléctrico abierta (izquierda) y cerrada (derecha). |
Para Hertha, el novedoso campo de la electricidad resultaba estimulante. Soñaba con el modo de controlar su temperamental carácter para hacer de la iluminación eléctrica una aplicación más estable y eficiente. Su libro, The Electric Arc, es el exhaustivo compendio de los experimentos que realizó, a través de los cuales ensayó con la forma, posición y dureza de las barras de carbono mientras las sometía a distintos voltajes, intensidades de corriente y distancias de separación.
Hertha desveló la esencia del arco eléctrico al descubrir que era, como ella lo denominó, “vapor de carbono”. Una corriente de carbono ionizado que hoy llamaríamos plasma. A causa de su elevada temperatura, el carbono de los extremos de las barras se combina con el oxígeno del aire de manera violenta, oxidación que genera las chispas y silbidos que debilitaban la luz del arco.
Todo lo que había que hacer era aislar el carbono del contacto con el aire mediante una película conductora de electricidad. Desde entonces, las barras recubiertas de cobre que patentó Hertha se convirtieron, finalmente, en una fuente de luz fiable y eficiente. Y las artes, de nuevo, volvieron a ser de las más beneficiadas por esta inspiradora mejora, pues las candilejas de los teatros y las lámparas de los proyectores de cine se iluminaron de manera más segura gracias al arco eléctrico con que una vez soñó Hertha Ayrton.
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Esta entrada participa en el blog de narrativa científica Café Hypatia con el tema #PVelectricidad.
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