Sizigia

Que el lugar ocupado por la Tierra en el Sistema Solar sea particularmente privilegiado es una carambola cósmica. La distancia justa a nuestra estrella y la existencia de una atmósfera suficientemente densa satisfacen una de las principales condiciones para la existencia de vida: la presencia permanente de agua en estado líquido.

Una distancia justa que también se nos ha regalado en relación a la Luna. Cuando la alineación Sol-Luna-Tierra cumple el primer teorema de Tales nos brinda el maravilloso espectáculo de un eclipse solar, solo posible porque nuestro satélite es 400 veces más pequeño que el Sol y está exactamente 400 veces más cerca de nosotros. Sus perímetros coinciden de manera que, para los afortunados observadores que se encuentran en la zona de umbra, se despliega ante nuestros ojos el sobrecogedor espectáculo de la corona solar.


La representación del primer teorema de Tales (imagen superior)
tiene su equivalente en la alineación Sol-Luna-Tierra durante un eclipse solar.


Corona solar fotografiada durante el eclipse total del 11 de agosto de 1999.

1400 millones de años atrás, cuando se encontraba más cerca de nuestro planeta, una Luna gigantesca hubiese ensombrecido al Sol por completo. Dentro de 600 millones de años, con una Luna más alejada, solo podrían darse eclipses solares anulares. Un eclipse total sería cosa del pasado.


El satélite DSLWP-B capta, mientras orbita la Luna,
la zona de umbra del eclipse del pasado 2 de julio.

Pero estas coincidencias no suceden únicamente para los habitantes terrestres. La enrarecida atmósfera de nuestro vecino Marte provoca un curioso fenómeno en el agua. En la actualidad, la presión atmosférica en la superficie del planeta rojo es de 6,1 milibares (al nivel del mar en la Tierra hay unos 1.013 milibares), la misma presión a la que tiene lugar el punto triple del agua. Sin embargo, esta mágica condición en la que pueden coexistir los tres estados de la materia también necesita de una temperatura particular: 0,01°C

Claro que estas condiciones solo se dan en el agua pura. Las sales disueltas alteran los puntos de fusión y ebullición, haciendo que el agua hierva por encima de 100°C y se congele por debajo de 0. En Marte el agua está cargada de percloratos de calcio y magnesio por lo que las condiciones para el punto triple no son frecuentes, mucho menos que para un eclipse solar.

Por ello, te invito a hacer una excursión a Planum Australe, en el polo sur marciano. Saldremos temprano, antes del amanecer, pues iremos en busca de hielo superficial que se haya congelado la noche anterior a partir del vapor circundante, para que esté lo más libre posible de sales. Colocaremos el hielo sobre un vidrio de reloj y lo expondremos a la luz solar. Parte de la masa congelada será hielo seco, dióxido de carbono solidificado que se evaporará con los primeros rayos. A medida que el Sol se eleve, y tras unos minutos de coexistencia del hielo y el agua, las burbujas de vapor comenzarán a desprenderse.

Antes de que la temperatura suba por encima de 0°C, ocultaremos el vidrio tras una roca. A la sombra en Marte la temperatura descenderá rápidamente. No tardaremos en ver cómo se forma una sólida capa de hielo bajo la cual el agua en ebullición hace tambalear ese pequeño iceberg.



En Marte no existen los eclipses solares. A causa del pequeño tamaño de sus dos satélites solo se puede hablar de tránsitos, otro tipo de sizigia (la alineación de tres o más objetos celestes), un espectáculo más modesto que un eclipse total de sol. A cambio, el planeta rojo ha sido agraciado con otra carambola cósmica, la alineación de los tres estados del agua que, de cuando en cuando y de manera efímera, surge cerca de sus polos.

Tránsito de Deimos captado por la sonda Curiosity el 17 de marzo de 2019.


Tránsito de Fobos captado por la sonda Curiosity el 26 de marzo de 2019.

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Esta entrada participa en el blog de narrativa científica Café Hypatia con el tema #PVfronteras

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