Invisibles entre confituras y telas (II)
(Viene de la parte I)
Esther Lederberg. La otra Revolución de Terciopelo
En la hoy desaparecida República de Checoslovaquia, el eco de la caída del Muro de Berlín se hizo sentir muy pronto. A mediados de noviembre, las réplicas del terremoto alemán se hicieron sentir reclamando libertad y aperturismo. Las protestas y la presión popular lograron que el Partido Comunista de Checoslovaquia perdiera su monopolio y se diera paso a un régimen parlamentario. El período comprendido entre el 17 de noviembre y el 29 de diciembre de 1989 es conocido desde entonces como la Revolución de Terciopelo, una expresión que refleja la no violencia con la que se logró esta transición. Casi 40 años antes y con el sencillo gesto de entrar a una tienda de telas, Esther Lederberg estaba iniciando su propia revolución en la que el terciopelo no era una metáfora.
A mediados de la década de 1940 se ensayaban en los laboratorios de microbiología distintos métodos para obtener réplicas exactas de una placa con cultivo bacteriano. Si se deseaba probar el efecto de, por ejemplo, varios antibióticos sobre distintas bacterias, había que preparar varias placas idénticas entre sí, con los mismos tipos de bacterias y con la misma posición entre ellas para que las condiciones de ensayo fuesen iguales en todas las placas. Pero, ¿cómo conseguirlo? Las pruebas con papel secante o con cepillos de púas no daban los resultados esperados, hasta que Esther tuvo una idea. Recorrió la mayoría de las tiendas de telas de Madison, la capital del estado de Wisconsin donde residía, para comprar el tipo de terciopelo que mejor se ajustara a sus propósitos. Elegía cuidadosamente la densidad y la longitud del pelo del tejido. De ello dependería su capacidad de atrapar colonias de bacterias al depositarlo sobre la placa original, y de reproducir el mismo patrón al estamparlo en una placa nueva, como un sello impregnado de tinta deja una imagen fiel sobre el papel. Así, una vez esterilizado el trozo de terciopelo, Esther lo fijaba sobre la base de un cilindro de madera o corcho y quedaba listo para obtener réplicas de una placa de cultivo.
En el artículo “Replica plating and indirect selection of bacterial mutants”, publicado en el Journal of Bacteriology en 1952 y donde Esther describe la técnica de réplica con terciopelo, aparece su marido como primer autor. Dudo mucho que a él le hubiesen visto la cara por ninguna de las tiendas de telas ni que tuviese la visión para desarrollar esta técnica. Por añadidura, el Premio Nobel en Fisiología o Medicina de 1958 reconoció solamente a su esposo, cuando descubrimientos como el bacteriófago Lambda, la transducción especializada o el factor de fertilidad bacteriana habían sido fruto del trabajo de Esther.
Las aportaciones de estas dos investigadoras, referentes en el campo de la microbiología, continúan empleándose diariamente en laboratorios de todo el mundo aunque ellas, como las bacterias que se inoculan en el agar, hayan permanecido casi invisibles. Pero solo es cuestión de tiempo, como las colonias bacterianas que se desarrollan sobre una placa de cultivo, que la impronta de ambas se vuelva cada vez más visible y reconocida.
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Esta entrada participa en el blog de narrativa científica Café Hypatia con el tema #PVreferentes.
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