La ensoñación de Kekulé
El compositor Robert Schumann expresó musicalmente una ensoñación en una obra llamada Träumerei. A nadie le extraña que un artista encuentre terreno fértil para su creatividad en el mundo onírico, pero el mundo de la ciencia y el de los sueños parecen tener poco en común.
Sin embargo, el matemático Srinivasa Ramanujan afirmaba que era la diosa Namagiri la que le susurraba teoremas mientras dormía, y este no es un caso aislado. La segunda mitad del siglo XIX fue una época propicia para la “danza de los átomos”. Dimitri Mendeléyev, también a través de un sueño, fue capaz de establecer el orden periódico de los elementos químicos como se disponen los naipes de la baraja en un solitario.
Otra afortunada revelación sorprendió al también químico August Kekulé mientras regresaba a su casa en Clapham Common (Londres), tras haber pasado la noche debatiendo ideas con un colega. A bordo de un ómnibus, el vaivén de la marcha y el rítmico sonido de los cascos de los caballos acabaron por amodorrarlo. Mientras dormitaba, vio en sueños unos átomos bailando y combinándose unos con otros. Pasó varias horas tratando de recordar y dibujar esas estructuras, pero la configuración de la molécula de benceno, un enigma fascinante para Kekulé, se resistía y seguía siendo un misterio.
Siete años más tarde, Kekulé fue bendecido con otro sueño más simbólico pero mucho más significativo. En esta ocasión, dormitaba junto a la chimenea de su apartamento en Gante. Átomos volvían a saltar ante sus ojos, entrelazándose y retorciéndose con forma de serpientes cuando, de repente, una de ellas giró sobre sí misma mordiéndose la cola, adoptando el aspecto de un uróboros burlón. Se despertó como sacudido por un rayo y rápidamente tomó nota de lo que su mente le había revelado. Finalmente, la estructura de la molécula de benceno, un anillo hexagonal con dobles enlaces alternos, salía de la oscuridad.
En 1890, por el 25 aniversario del descubrimiento de la estructura del benceno, Kekulé fue invitado al "Benzolfest", un congreso en su honor. El químico soñador narró ante la audiencia su onírica revelación y sentenció ante sus colegas:
Aprendamos a soñar, caballeros. Entonces tal vez averigüemos la verdad. Pero cuidémonos de publicar nuestros sueños hasta que hayan sido probados por el entendimiento despierto.
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Esta entrada participa en el blog de narrativa científica Café Hypatia con el tema #PVmoléculas.
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