Microhistorias con nombre propio

I

Todo escritor necesita definir el territorio sobre el que desarrollará una historia. Shakespeare nos hace caminar junto a Hamlet por la ciudad portuaria de Elsinor, Daniel Defoe nos encierra en Isla Desesperanza junto a Robinson Crusoe, y Tolkien crea Aman, el continente que sería el hogar de los Valar y los Calaquendi.

Pero a John Tuzo Wilson no le encajaba la historia con el territorio del que disponía. Algunos fósiles encontrados en Nueva Inglaterra y Canadá también se hallaban en Europa, a la vez que otros de la misma época hallados en Noruega y en Escocia pertenecían al continente americano. Esta paradoja, solo explicable si el Atlántico se hubiese cerrado para volverse a abrir, hizo que Wilson reescribiese la historia de continentes que se fusionan y se fragmentan para volverse a unir y separar; un ciclo perpetuo de creación y destrucción de la tierra emergida.


II

Bathsua Makin nació en la Inglaterra de comienzos del siglo XVII y ostenta un curioso honor. Que se sepa, fue la primera mujer que empleó las reglas de la lógica y la argumentación para defender la educación de las mujeres. Así, señala a Tulia (hija de Cicerón) como gran oradora, a Hypatia como gran matemática y a Temistoclea como filósofa y maestra de Pitágoras dentro de una extensa lista que demuestra que las mujeres eruditas no fueron una excepción en ningún momento de la historia. Hoy, cuatro siglos después, la nueva Revolución científica será feminista o no será.


III

Era vegetariano y preparaba su propia comida en su habitación y en pijama. Parecía ya muy lejana la época en la que consiguió empleo como contable en Madrás, donde sus cuadernos vieron la luz por primera vez en manos de matemáticos locales. Allí, tras el trabajo, Srinivasa Ramanujan garabateaba ecuaciones y formas geométricas en la arena que aseguraba venían dictadas por una divinidad protectora. Solo esperaba que marcharse de su país para trabajar entre las piedras del Trinity College no provocara que su venerada Namagiri lo abandonase.


IV

El eclipse solar de 1919 supuso el primer espaldarazo a la, hasta el momento, polémica teoría de la relatividad. La propuesta de Albert Einstein había sido comprobada cuando se observó, en el transcurso del eclipse que, como predijo, la luz procedente de una estrella se desviaba al pasar cerca del campo gravitatorio de un objeto como el Sol.

Pero este efecto del espacio-tiempo ya se había dado años antes, aunque en ese momento pasó desapercibido y solo interesaba a la historia y no a la astronomía. La fama del físico crecía como la gravedad en torno a un astro masivo y desvió la luz de la trayectoria de Mileva Marić, su esposa y colaboradora. En el eclipse, paradójicamente, la Luna que pasa por delante y que oculta al Sol es la que queda en la oscuridad.


V

Según la Biblia, el ser humano fue moldeado a partir del barro. Aristóteles imaginó que el creador seguía repitiendo sin cesar este proceso, convirtiendo al lodo en la cuna de todos los insectos que habitarían el mundo. Pero llegó Maria Sibylla Merian, la observadora incomparable, la hereje de Surinam que echó por tierra (o por el barro) la simplista teoría aristotélica al comprobar que no era el toque divino lo que se repetía incansablemente, sino el exquisito ciclo de la metamorfosis que tan bellamente plasmó en sus pinturas.

Publicó su obra en Amsterdam 50 años antes de que Linneo comenzase su taxonomía y la escribió en alemán en lugar de en latín, lo que la alejó de la comunidad científica y la acercó a la sociedad. Maria Sibylla estaba convencida de que “el arte y la naturaleza siempre estarán luchando hasta que finalmente se conquisten uno al otro para que la victoria sea el mismo trazo y línea."

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Esta entrada participa en el blog de narrativa científica Café Hypatia con el tema #PVrevolución.

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